sábado, 12 de febrero de 2011

El reino de la libertad


Las imágenes del pueblo egipcio en las calles dan vuelta el mundo. El Cairo es una fiesta. Momento de júbilo, de victoria. Durante 18 días la “ola de estremecido rencor, de derecho pisoteado”, ha golpeado una y otra vez la muralla del poder. La soberbia del tirano ha sido doblegada por la tenacidad colectiva. Las rebeliones populares no pertenecen a una épica del pasado. La Historia no ha terminado y siempre trae cosas nuevas, da sorpresas. No es ya el periódico de la vanguardia el organizador colectivo de la insurrección. Ahora la chispa fluye por Internet, redes sociales, blogs, celulares. El virus circula más rápido y el peligro de contagio es mucho mayor. Los poderosos del mundo miran con preocupación. La gente en las calles de Egipto festeja. Saben que se trata de un respiro, que la lucha no ha terminado y que el enemigo planea su próxima jugada. Pero esta noche es noche de festejo. Hay que decirlo: no han luchado y ofrendado la vida de más de 300 hermanos y compañeros sólo por un futuro mejor. Lo han hecho también por conquistar un día de libertad como éste, una noche de libertad como ésta. Un momento único, irrepetible, en que se puede tocar el cielo con las manos. (“Este es el mejor día de mi vida”, declara un manifestante). Pero saben que mañana no van a despertar en el reino de libertad. Saben que mañana van a tener que enfrentarse, una vez más, al reino de la necesidad. Es decir, la desigualdad, el atraso, la explotación. Nada les garantiza la victoria definitiva. Pero han dado un paso decisivo hacia ella.